Asís 1986 — Jornada Mundial de Oración por la Paz. Encuentro de las religiones del mundo.

El 27 de octubre del año 1986, los representantes de varias denominaciones cristianas y religiones del mundo llegaron por invitación de Juan Pablo II a Asís, la ciudad de San Francisco. Los unió un objetivo común - el deseo por la paz.

Asís, la vista de la ciudad desde el lado de la basílica de San Francisco y el convento franciscano. (fot. Piotr Strasz)
8 de diciembre de 1967
El papa Pablo VI anuncia el 1 de enero la Jornada Mundial de la Paz.  
25 de enero de 1986
Juan Pablo II anuncia la Jornada Mundial de Oración por la Paz en Asís.  
13 de abril 1986
Visita del Papa en la Gran Sinagoga de Roma.  
4 de octubre de 1986
La peregrinación del Papa a Francia. En Lyon el Papa llama a detener todas las luchas el día del encuentro en Asís.  
27 de octubre de 1986
La Jornada Mundial de Oración en Asís. Las celebraciones duran todo el día en varios lugares en Asís, p.ej.: en la Basílica de Santa María de los Ángeles, la Catedral de San Rufino y la Basílica de San Francisco.  
28 de octubre de 1986
Asís, conversaciones con las delegaciones de religiones del mundo lideradas por los dicasterios vaticanos que se ocupan del diálogo interreligioso..  
29 de octubre de 1986
Invitación de los participantes de la Jornada Mundial de Oración por la Paz al Vaticano para el encuentro de despedida.  
6 de noviembre de 1986
Audiencia de Juan Pablo II para los participantes del Internacional Colloquio Cristiano-Judío Teológico.  
La eficacia de oración
El Papa anunció este evento históricamente sin precedentes en enero del año 1986. Juan Pablo II fue alentado por la ONU proclamando el año que se empezaba el Año Internacional de Paz. Continuaba también la tradición empezada por Pablo VI que el 8 de diciembre del año 1967 había anunciado el 1 de enero la Jornada Mundial de Paz.

Muchos periodistas preguntaban qué sentido tenía anunciar unas nuevas jornadas o años de paz si el número de los conflictos militares en el mundo no disminuye. Durante ese tiempo duraba la Guerra Fría entre el mundo occidental y el bloque comunista, había la amenaza de una guerra nuclear, se desarrollaba el sangriento conflicto iraní-iraqí, los palestinos luchaban con israelíes, los muyahidines afganos luchaban con la Unión Soviética y la aviación americana bombardeó Libia. Fueron necesarias unas acciones muy inequívocas que tocarían la esencia del problema de la violencia colectiva, la agresión internacional y la falta de seguridad permanente.

Ya que muchos conflictos que empezaron en el pasado (y que tienen lugar ahora) tuvieron un fondo étnico, religioso o de cosmovisión, no puede sorprender que Juan Pablo II se dirigió a los representantes de las grandes religiones del mundo. Gracias a la autoridad de las mismas religiones, pero también de sus líderes, se puede tratar a influir a los correligionarios en el espíritu de paz. Pero esto no es la única razón por la cual el Papa fue en esta dirección. Juan Pablo II quería mostrar al mundo cada vez más secular que gran importancia la oración y su eficacia tiene para él.

Como dijo más tarde, durante la bienvenida de las delegaciones que habían llegado:

«El mismo hecho que tantos líderes religiosos se reunieron para rezar es un ánimo para el mundo contemporáneo para darse cuenta que hay otra dimensión de paz, que al lado de negociaciones políticas, compromisos o subastas económicas existe otro modo de propagar paz. Esta dimensión es oración que, la diversidad de religiones no obstante, expresa la relación con el Poder Supremo, que sobrepasa significativamente los límites de nuestras capacidades» (El discurso de bienvenida del Santo Padre en la Basílica de Santa María de los Ángeles el 27 de octubre de 1986).

No se trata de sincretismo
La Jornada Mundial de Oración, porque este es el nombre oficial que fue dado a este evento, estaba fijada para el 27 de octubre. No es casualidad que este día fuera lunes - no querían que alguna de los religiones fuera privilegiada: viernes es un día festivo para los musulmanes, sabado para los judíos y domingo para los cristianos. El lema del encuentro fue «Estar juntos para rezar».

Para evitar asociaciones con sincretismo religioso, el papa claramente notó que no se trata de algún tipo de vuelta teológica - de una oración simultánea de representantes de muchas religiones (en que la mayoritaria de los participantes no estaría de acuerdo), de un intento de crear alguna “súper religión” o de ignorar las diferencias claves, pero de expresar en las oraciones el deseo fuerte de paz por cada de las religiones por separado, en ceremoniales y tradiciones de culto separados e incluso en localizaciones separadas (en varios lugares e iglesias de Asís).

La invitación de Juan Pablo II fue aceptada por 47 delegaciones que representaban 13 religiones - cristianismo, judaísmo, islam, budismo, hinduismo, jainismo, sijismo, zoroastrismo y algunas religiones tradicionales de África y América. De los cristianos llegaron los ortodoxos, los ortodoxos orientales, los anglicanos, los veterocatólicos y los protestantes: los luteranos, los reformados, los metodistas, los bautistas, los menonitas, los cuáqueros, los Discípulos de Cristo, Hermano Roger y los hermanos de la Comunidad de Taizé, así como el Consejo Mundial de Iglesias y asociaciones internacionales de juventud cristiana YMCA y YWCA. Llegaron también los representantes del unitarismo - la religión que tiene su origen en el Arrianismo. También estuvieron presentes el ministro de asuntos exteriores de Italia Giulio Andreotti, el nuncio apostólico arzobispo Luigi Poggi y dos representantes del secretario general de ONU: Eric Sui y Marco Pagnanelli.



La placa conmemorativa del encuentro en Asís en año 1986 colocada en los claustros en frente de la Basílica de Santa María de los Ángeles.

Vale la pena también enumerar los miembros de la delegación católica. Llegaron 14 cardenales, arzobispos y obispos invitados personalmente por el Santo Padre (uno de ellos fue el primado de Chequia František Tomášek quien tenía 87 años en el momento) y el séquito del Papa formado por 12 personas. Llegó también Madre Teresa de Calcuta con algunas hermanas de la congregación de las Misioneras de la Caridad.

Justo antes del evento, durante la visita del Papa en Lyon el 4 de octubre, Juan Pablo II llamó a todos los participantes de conflictos militares del mundo a detener las luchas al menos durante el día del encuentro en Asís. Esta apelación no pasó desapercibida; la tregua fue proclamada por la Fuerza Democrática Nicaragüense, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez en Chile, los terroristas en Sri Lanka y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola.

El comienzo del encuentro
La bienvenida de las delegaciones que habían llegado tenía lugar el 27 de octubre en la Basílica de Santa María de los Ángeles en Asís. En ese gran templo barroco al nivel del transepto hay una pequeña iglesia romana llamada “Porciúncula” (significa “pequeña parte” en italiano), que fue reconstruido por el mismo San Francisco. Es una combinación bastante poco común porque el tamaño y la grandeza de la basílica contrastan con la pequeñez y simplicidad de este edificio y, al mismo tiempo, son su marco y elevación. Según la tradición, es la primera iglesia franciscana, la cuna de esta órden religiosa.



Con la fachada de la iglesia con los bonitos frescos marianos en el fondo, las sillas estaban colocadas en un cuadrilátero para los 63 invitados. La silla para el Papa estaba en la parte central, cerca de la entrada a Porciúncula. Al lado derecho de Juan Pablo II estaban sentados los líderes de religiones cristianas, empezando con el delegado del Patriarca Ecuménico arzobispo Metodio y el Primado de la Iglesia de Inglaterra arzobispo Robert Runcie. Al otro lado se sentaron los líderes de otras religiones incluso el Dalái Lama.

El Papa dando la bienvenida muy claramente subrayó:

«Lo que hemos llegado aquí no significa que intentamos buscar un acuerdo religioso o discutir sobre nuestras creencias. Tampoco significa que las religiones pueden reconciliarse sobre el plano de involucramiento colectivo en realización de un plan mundano que sería más importante que ellas mismas. Tampoco es una concesión para el relativismo religioso, porque un ser humano debería seguir la honestidad y la voz de su propia conciencia buscando la verdad y actuando según ella».

Este fragmento demuestra cuanto el Papa se preocupaba con la recepción apropiada de ese encuentro, cuanto temía unas interpretaciones fáciles de los medias que desviarían en la dirección del panteísmo equiparando todas las religiones o la dirección de teorías modernistas sobre el paralelismo de los muchos caminos a la salvación. No fue la única declaración así del Papa de ese día.


Catedral de San Rufino en Asís, el lugar del encuentro y la oración de la delegación cristiana

Después de escuchar a la bienvenida, un momento de silencio en contemplación y, luego, escuchar al coro de Japón cantando el salmo Laudate Dominum omnes gentes, las delegaciones fueron a los lugares designados para ellas para su propia oración, donde, como lo dicho el huésped «los representantes de todas las religiones van a tener tiempo y posibilidad de rezar según su propia tradición». Juan Pablo II presidió el encuentro de los cristianos en la catedral de San Rufino del siglo XII, donde había sido bautizado San Francisco.

La paz tiene el nombre de Jesús
Después de cerca de 3 horas los delegados vinieron en silencio desde varias iglesias, plazas y otros lugares de Asís y se reunieron en el patio en frente de la siguiente basílica - la basílica de San Francisco de Asís. Aquí, bajo el cielo abierto, después de la introducción dicha por el Presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz el cardenal Roger Etchegaray, los líderes de las religiones y las iglesias en el orden previamente establecido dijeron sus breves oraciones. Los últimos fueron los cristianos: la vicepresidente de la Federación Luterana Mundial Susanna Telewova, el arzobispo de Canterbury Robert Runcie y el arzobispo Metodio del Patriarcado Ecuménico. El Papa entonó el padrenuestro, mientras unos jóvenes entregaron pequeños olivos a todos los presentes.

El Santo Padre tuvo un discurso para el fin de esa última parte planeada de Jornada Mundial de Oración. Entre otras cosas dijo:

«Por la primera vez en la historia, nos hemos encontrado: las iglesias cristianas y las religiones del mundo, en este lugar sagrado dedicado a San Francisco para dar un testimonio al mundo, cada de nosotros según sus creencias, que la paz tiene un carácter transcendental.

Como hemos visto, la forma y el contenido de nuestras oraciones son muy diferentes y no se puede reducirlas a un común denominador. Pero en esta diversidad tal vez hemos descubierto de nuevo que, si se trata del problema de la paz y su vínculo con el involucramiento religioso, hay algo que nos une.

El reto, que es la paz, que hoy está en frente de cada conciencia humana, cruza las diferencias religiosas. Es un problema de una calidad de vida razonable para todos, un problema de sobrevivencia humana, un problema de vida y muerte.

[...]

Por eso cada de nosotros reza por la paz. Incluso si entendemos de maneras diferentes, y así realmente es, la relación entre esta Realidad y el regalo de paz, según nuestras varias creencias religiosas, a pesar de todo, todos nosotros declaramos que existe una relación así.

Y esto exactamente expresamos rezando por la paz.

Mientras yo humildemente repito de lo que estoy seguro: La paz tiene el nombre de Jesús».

Después de esta declaración fueron dichas las palabras que para algunas personas parecían controversiales, aunque, después de tantos años, conociendo el estilo de Juan Pablo II, se puede decir que de verdad se encajan en su pontificio:

«Pero al mismo tiempo estoy listo para admitir con humildad que los católicos no siempre fueron fieles a esta convicción de su fé. No siempre fuimos los que causan paz. Por eso para nosotros, y tal vez también para todos, en algún sentido, este encuentro en Asís es un acto de penitencia. Hemos rezado - cada persona de su manera, hemos ayunado, hemos caminado juntos. »


El patio inferior en frente de la Basílica de San Francisco de Asís. El lugar de la última etapa de la Jornada de Oración por la Paz.

Después del fin de la parte oficial de la Jornada de Oración por la Paz, los participantes quedaron un día más en Asís, donde tuvieron lugar unas conversaciones lideradas por los dicasterios vaticanos encargados con el diálogo interreligioso. Después de estos encuentros, todos fueron recibidos una vez más por el Papa en el Vaticano quien, dando la bienvenida, dijo para el fin:

«Ayer pasaron exactamente veintiún años desde el momento en que el Concilio Vaticano II anunció la declaración Nostra aetate sobre la posición de la Iglesia hacia las religiones no cristianas. El Secretariado para los No Cristianos fue encargado con empezar y desarrollar el diálogo. Gracias por la colaboración con el Secretariado y con la Iglesia Católica en vuestros países. Ojalá esta colaboración, procediendo en mutuo respeto, haga que todos podamos hacer muchas cosas buenas en el mundo que es cada vez más materialista y descreído».

El espíritu de Asís
Justo después del encuentro, los medios internacionales sorprendentemente escribían con entusiasmo sobre la iniciativa audaz del Papa polaco, subrayando principalmente el carácter crucial del evento en la esfera del acercamiento de religiones y culturas, dando menos lugar al mensaje principal del Papa - la propagación de la oración, el reconocimiento de ella como un elemento imprescindible de las actividades de paz.

Muchos católicos pensaban que las Jornadas de Oraciones por la Paz estaban llenas del espíritu evangélico, que provenían de la realización del principio de la tolerancia cristiana y de la coexistencia de paz entre las religiones, pero no todos. A pesar de muchas aseguraciones del Papa y el cuidado durante la expresión de gestos simbólicos, una parte de los católicos recibieron este encuentro como un evento que había sido relativizando y debilitando la doctrina de la Iglesia.

Desde el principio, la Jornada de Oración fue muy criticada por la Hermandad Sacerdotal de San Pío X, el fundador del cual, el arzobispo Marcel Lefebvre, acusó al Papa de “humillar” el catolicismo. Se referían al hecho que durante las oraciones de los budistas sobre el altar de unas de las capillas estaba una estatuilla de buda y ellos consideraban eso ser una profanación del templo.

Hasta hoy las opiniones sobre este encuentro son muy divididas, tanto si se trata de alcanzamiento de los objetivos principales establecidos o de las mencionadas controversias. Seguramente el encuentro en Asís fue un movimiento audaz de Juan Pablo II quien vió el sentido de demostrar respeto a los representantes de otras culturas y religiones, sin resignación de sus propias creencias, de predicación de las verdades de su propia fé. Sin duda, le importaba no un acuerdo en cuestiones religiosas, porque aquí ni él mismo ni los invitados no estaban deseosos de compromisos, pero la cuestión de sostener la paz.

Después de los años, un sacerdote suizo Joseph Bisig F.S.S.P., hasta el año 1988 el miembro del conservativa Hermandad Sacerdotal de San Pío X, pero luego un de los fundadores de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro, juzgó justamente la actitud del Papa: «No veo nada malo en el hecho que los católicos tienen encuentros con los no católicos, que hablan juntos, etc. Asís, en algún sentido, tuvo gran significancia en esos tiempos, cuando los creyentes de varias religiones, culturas, etc. se reunieron para rezar por la paz, aunque hay que subrayar que no había una oración comunal, pero cada persona rezaba separadamente. Hay que recordar que todavía eran los tiempos de potencial peligro, había la guerra fría, había el peligro del conflicto nuclear y en ese tiempo los líderes de varias religiones fueron llamados por el Papa a la oración por la paz. Este fue el objetivo del encuentro y no otro. [...] Además, durante este encuentro el Santo Padre tuvo su discurso, durante el cual dió el testimonio sobre la divinidad de Jesucristo. Eso fue muy importante porque estaba allí gente que no cree en la divinidad de Jesucristo» (W drodze, 1999, no. 1).

Juan Pablo II anunció las Jornadas de Oración por la Paz cuatro veces más:
  • el 28 de octubre de 1988 - en Roma;
  • el 23 de enero de 1994 - en los Balcanes;
  • el 15 de junio de 1994 - en Ruanda (donde había la sangrienta guerra civil);
  • el 24 de enero de 2002 - en Asís una vez más.

El último encuentro con los líderes religiosos en Asís, que tuvo lugar en el año 2002, fue la respuesta a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.

“El Espíritu de Asís” encontró muchos seguidores, entre los cuales vale la pena nombrar la romana Comunidad de Sant’Egidio. El fruto del encuentro de 1986 son organizados por esta organización desde 1987 Encuentros Internacionales de Oración por la Paz, cada año en diferente ciudad, a la cual son invitados los líderes de varias religiones.


El encuentro en Asís en 2011. Los discursos de los delegados en frente de la Basílica de San Francisco de Asís.

25 años después del primero “Asís”, de la iniciativa de Benedicto XVI en la ciudad de San Francisco tuvo lugar la interreligiosa Jornada de Reflexión, Dialogo y Oración por la Paz y la Justicia en el Mundo “Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz”.

Asís fue también escogido por el papa Francisco como el lugar para firmar la encíclica Fratelli Tutti sobre la paz, la fraternidad y la amistad social. Este evento tuvo lugar el 3 de octubre de 2020.


Piotr Strasz
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