La conciliación de la vida laboral y familiar según Wojtyla

¿Era Karol Wojtyla una persona adicta al trabajo? Tenía fama de ser un hombre muy trabajador, pero ¿se involucraba totalmente en el trabajo, olvidando todo lo demás? Sus propias y difíciles experiencias en este ámbito le llevaron a cambiar de mentalidad y a tratar su trabajo de una forma más equilibrada.
Cardenal Wojtyla - descenso de Kasprowy, a principios de los años 70
abril de 1945
Karol Wojtyla, (estudiante de tercer año en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica) comienza a trabajar en la junta directiva de la Asociación de Ayuda Fraternal a los Estudiantes de la Universidad Jagellónica, (conocida coloquialmente como “Bratniak”).
15 de noviembre de 1946
Salida de Karol Wojtyla para realizar estudios de doctorado en la Universidad Angelicum de Roma.
1956
Wojtyla asume la cátedra de ética en la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica de Lublin (KUL); a partir de entonces pasa a ser empleado a tiempo completo de la universidad.
4 de julio de 1958
Elección de Karol Wojtyla como obispo auxiliar de Cracovia
enero de 1979
Decisión de Juan Pablo II de construir una piscina en la residencia papal de verano en Castel Gandolfo.
“La vida del hombre moderno es desgarrada, con un exceso de objetivos que lo arrastran, lo consumen y lo agotan. Es una ola de actividad que lo levanta, lo absorbe...”
Sacerdote Karol Wojtyla, Conferencia para médicos, Cracovia, 11 de abril de 1958.

La persona que pronunciaba las palabras anteriores sabía de lo que hablaba. Había pasado por períodos de sobrecarga de trabajo en al menos dos ocasiones, lo que inevitablemente supuso un debilitamiento de su organismo o incluso trastornos de salud. Sus propias experiencias le hicieron darse cuenta de la importancia que hay que dar al equilibrio entre el trabajo y la espiritualidad y el ocio activo, así como al principio de la buena gestión del tiempo, hoy conocido como work-life balance.

Hablar de Karol Wojtyla como un adicto al trabajo puede sorprender. Se nos dio a conocer como un ejemplo de “hombre íntegro”, para el que también era importante desarrollar el mencionado equilibrio así como organizar bien el tiempo. Basta con mencionar su contacto con el grupo de “medio ambiente” - los estudiantes de Cracovia - a través del cual realizaba numerosas y sistemáticas excursiones en kayak o por la montaña, lo que no era habitual entre los sacerdotes tanto en la posguerra como en la actualidad. La actividad del sacerdote, más tarde obispo, a nivel social (manteniendo un contacto constante con un amplio círculo de conocidos) era casi legendaria. Su capacidad para priorizar la gestión de su tiempo - sus pausas para rezar, la contemplación, la calma a pesar de las condiciones adversas - era algo que le caracterizaba y con lo que era capaz de sorprender a los demás. Hay relatos que se remontan desde su infancia tardía, todavía en tiempos de Wadowice, hasta el final de su pontificado. A pesar de todas estas habilidades, hubo, al menos al principio de su actividad sacerdotal y episcopal, crisis de las que tuvo que aprender lecciones para el futuro.
El crisol de “Bratniak”
Poco después de la guerra, una etapa corta pero importante y extremadamente intensa en la vida de Karol Wojtyla fue su actividad en la asociación estudiantil “Bratniak”, para ser precisos: la Asociación de Ayuda Fraternal a los Estudiantes de la Universidad Jagellónica. Esta asociación fue creada en la época de las particiones de Polonia. Antes de la guerra, durante los años 30, era muy popular entre los estudiantes. Su cometido era llevar a cabo una actividad de caridad dirigida a los estudiantes pobres. El campo de acción de la asociación “Bratniak” después de 1945 fue enorme. Se obtenía literalmente todo lo que era esencial para los estudiantes de la época: desde los libros de texto hasta las cartillas de racionamiento de alimentos, pasando por los subsidios y los alojamientos.

En la Universidad Jagellónica, el conservador de esta asociación había sido, desde antes de la guerra, el profesor Stanisław Pigoń, conocido por Karol Wojtyla desde sus clases en el Departamento de Estudios Polacos en su primer año de universidad. Tras la reactivación de la asociación (en abril de 1945), el profesor Pigoń nombró a estudiantes que conocía para su junta directiva: como presidente, a Jan Deszcz, de la Facultad de Medicina, y a Karol Wojtyla, de la Facultad de Teología, como suplente. Otro estudiante de teología, Andrzej Deskur, con el que el futuro papa trabaría amistad el resto de su vida, se convirtió en secretario.

Karol Wojtyla estudiaba entonces en su tercer y cuarto año. Ejerció este puesto hasta mayo de 1946. Fue un trabajo en el que se comprometió completamente. Las reuniones del consejo de administración duraban horas, normalmente desde las cinco de la tarde hasta la medianoche. Durante el mismo período, ya como estudiante de cuarto año, fue contratado además como asistente júnior en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica. Así que compaginó sus estudios con la docencia en la Universidad Jagellónica y con una intensa labor benéfica en la asociación “Bratniak”.

El sacerdote Marian Traczyński, que también pertenecía a la junta de “Bratniak”, lo recordaba así: ‘Desde el principio, tuvo [Wojtyla] mucha autoridad en la Junta. Durante las deliberaciones de la Junta, intervenía muy a menudo y aportaba muchas iniciativas. Su voz se tenía en cuenta en la programación del trabajo, en la distribución de los paquetes americanos, en la asignación de las viviendas, etc.’ (sacerdote Adam Boniecki, Calendario de la vida de Karol Wojtyla).

Esta actividad consumía una cantidad de tiempo excepcionalmente grande, que desgraciadamente tenía que pasar factura a la calidad del estudio y a la salud. Hay un relato significativo de un compañero de seminario, el sacerdote Franciszek Konieczny, sobre el comportamiento de Wojtyla durante sus clases con el profesor Ignacy Różycki:
“(...) después de que se le preguntara (debía ser entonces su última salida), el clérigo Wojtyla, estando en su cuarto año, se disculpaba con el sacerdote Różycki: ‘Por favor, no me pregunte hoy, estoy indispuesto. Hoy no he podido dormir. Asistí a una reunión de la Junta de Bratniak, que se alargó hasta la mañana’ (sacerdote Adam Boniecki, Calendario de la vida de Karol Wojtyla).
Me dormía durante las clases
Ya como Juan Pablo II, así recordaba este período años después: “Hoy sería yo quien no habría terminado el seminario. Yo era un clérigo, con sotana, que volvía después de medianoche, y el príncipe cardenal [Adam Sapieha - nota del editor] lo toleraba. Hoy me habrían excluido del seminario. Después de estas reuniones me faltaba el sueño y me dormía durante las clases” (W. Mańkowska, J. Zienkowski, El sol y el tiempo, “Pod Wiatr” 1991, n.º 1).

Una historia similar de este período mencionada por el sacerdote Kazimierz Suder sugiere el agotamiento y el deterioro temporal de la memoria en una situación bastante problemática, por lo prestigiosa de la misma: “En la academia con motivo del nombramiento cardenalicio del príncipe metropolitano (18 II 1946) [Karol Wojtyla] recita el Sermón del Padre Kajsiewicz sobre el Amor a la Patria. Sus colegas recuerdan cómo, durante la recitación, se ‘atascó’: olvidó cómo continuaba el texto. Después de un momento de silencio bastante largo, retomó la recitación” (sacerdote Adam Boniecki, Calendario de la vida de Karol Wojtyla).

Afortunadamente para Wojtyla, este período terminó bastante rápido, con la aceleración de su ordenación y su partida para la realización de los prestigiosos estudios en Roma, en la Universidad Pontificia Angelicum. En comparación con el “crisol de Cracovia”, fueron unas verdaderas vacaciones para el futuro papa: dejar de lado las actividades sociales y el trabajo y concentrarse en sus estudios.
Obispo o científico
Otro momento muy conocido del “exceso de trabajo” de Karol Wojtyla fue poco después de su nombramiento como obispo auxiliar en 1958. Se trataba de un gran reto planteado al joven profesor de la Universidad Católica de Lublin, que dirigía el departamento de ética de la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica de Lublin desde 1956 y, como empleado a tiempo completo de la universidad, estaba muy implicado en el trabajo académico con los estudiantes. Pronto se vio que esto no dejaba de tener efectos en su salud.

El nombramiento como obispo auxiliar en una archidiócesis tan importante como la de Cracovia interfirió con sus anteriores obligaciones docentes y la continuación de su trabajo académico en Lublin. El simple hecho de desplazarse entre Cracovia y Lublin le llevaba mucho tiempo y era agotador, y empezaba a constituir un problema importante. Sobre todo porque el nominado, que se había comprometido de forma dinámica con sus nuevas responsabilidades de gestión de la archidiócesis, no había pensado ni por un momento en dejar la enseñanza.

De poco sirvió reducir su empleo en la Universidad Católica de Lublin a media jornada o intentar trasladar algunas de sus conferencias y seminarios a Cracovia. El exceso de trabajo provocaba principalmente el debilitamiento de su sistema inmunitario y la contracción de infecciones víricas crónicas. En marzo de 1959, Stanisław Kownacki, un médico de Cracovia que acudió al obispo Wojtyla, que llevaba muchos días enfermo, le diagnosticó mononucleosis, una infección vírica que provocaba dolores de cabeza crónicos, dolor de garganta, fiebre y una sensación de fatiga constante. La condición para la mejora debía ser no solo un tratamiento farmacológico, sino sobre todo un cambio de estilo de vida.
“Jornadas” para el trabajo
Una monja de Jaszczurówki, en Zakopane, la hermana ursulina Teresa Batogowska, recordaba las llamadas jornadas del obispo Wojtyla, es decir, los períodos de equilibrio laboral prescritos por los médicos: “Siempre llegaba el 1 de enero, esa era la norma. Después de la celebración del Día del Pastor de Año Nuevo con los franciscanos de Cracovia, nos dejaba el 6 de enero directamente para las celebraciones de Wawel. Y después regresaba cuando sus clases y su tiempo se lo permitían. Durante tres días, dos días, a veces un día, para completar, como él mismo decía, sus llamadas “jornadas”, es decir, catorce días en movimiento sobre los esquís, porque así se lo aconsejaron los médicos al cardenal por razones de salud. Y era cuando volvía que siempre decía eso como consuelo: ‘Aquí estoy, para completar mis jornadas’ (memorias de sor Teresa Batogowska, jp2online.pl).

Hay que decir que el obispo Wojtyla no necesitó mucha persuasión para este tipo de tratamiento. Era conocido por su afición al esquí, al senderismo de montaña o al kayak. Consideraba el esfuerzo físico y el aire fresco, entre otras cosas, como un medio de contemplación o un método de evangelización, pero ahora había conseguido un argumento adicional: el descanso regenerador necesario para su salud.
Piscina o nuevo cónclave
Los dos casos descritos pueden no ser exhaustivos, pero son bastante emblemáticos de la práctica posterior del estilo de vida del arzobispo, cardenal o papa Juan Pablo II. Demuestran y confirman la conocida verdad de que la pasión y las mejores intenciones no son suficientes para mantener la eficiencia y la eficacia. Para que este mecanismo funcione bien, es necesario un equilibrio.

Tomemos como recuerdo una anécdota del inicio del pontificado del papa polaco, cuando se filtró a los medios de comunicación la noticia de que el nuevo papa quería construir una piscina en su residencia de verano de Castel Gandolfo. Los conocedores del asunto no dudaban de que se trataba de la puesta en práctica de las recomendaciones de los médicos: el ejercicio físico sistemático como contrapartida al intenso trabajo intelectual previsto para el jefe de la Iglesia. Sin embargo, para los que no conocían este asunto, fue algo que causó sorpresa, incluso un ligero disgusto. Es difícil imaginar al papa en bañador nadando entre las oraciones matinales y los encuentros con los fieles. Además, una piscina en una residencia se asocia con el lujo. Incluso hubo intentos de los paparazi de publicar fotografías del jerarca de la Iglesia nadando (no sin inspiraciones políticas e internacionales con la embajada soviética de fondo). Como recordó más tarde el director del complejo de la villa papal, Saverio Petrillo, “el papa respondió a estas críticas con su sentido del humor innato: ‘Un nuevo cónclave costaría más que esta piscina’”.
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