Juan Pablo II y Europa Oriental. ¿Los dos pulmones de la cristiandad?
A las Iglesias orientales miraba con
preocupación, pero también con esperanza. Percibía la cristiandad oriental no
como la alternativa a Roma, sino como su complemento, “el segundo pulmón”. Pero
para el otro lado del diálogo eso no bastaba.
Przekazanie przez Jana Pawła II prawosławnym kopii ikony Matki Boskiej Kazańskiej, 25.08.2004 r., fot. Paolo Cocco/AFP/East News
Desplazarse por la línea de tiempo
El 22 de octubre de 1978
La inauguración del pontificado y el
homenaje de los cardenales, durante la cual Juan Pablo II honró de manera
especial al líder de la Iglesia greco-católica ucraniana.
El 13 de mayo de 1981
El intento de asesinato del Papa.
El 1 de diciembre de 1989
El encuentro de Juan Pablo II con
Mijaíl Gorbachov, el presidente de la Unión Soviética.
El junio de 2001
El viaje apostólico de Juan Pablo II a Ucrania.
El agosto de 2004
La entrega de un icono de la Nuestra Señora de Kazán de Juan Pablo II a los cristianos ortodoxos, con el cardenal Walter Kasper como intermediario.
Juan Pablo II muy a menudo dirigía
su mirada al este de Europa. Esta dirección fue muy importante para él como el
Papa de Polonia - un país ubicado a la misma frontera de la división cultural y
civilizacional al Este y el Oeste; del país eslavo detrás de la cortina de
hierro e históricamente vinculado con las tierras de la cristiandad oriental.
Había tenido esa preocupación por
los católicos romanos que seguían sobre el terreno de la Unión Soviética mucho
antes del cuando era el Papa. Basta mencionar que recibió su ordenación de
obispo del arzobispo Eugeniusz Baziak, el metropolitano de Leópolis que vivía
en Cracovia desde los años 50. del siglo XX. El arzobispo Baziak, separado por
una frontera política de su propia sede episcopal después de la guerra, hasta
el fin de su vida se preocupaba por su diócesis.
“¿No fue una gran tragedia lo que
ocurrió como resultado de las decisiones de Yalta? ¿No fue una gran tragedia
para el Pastor que tuvo que dejar la capital antigua de los metropolitanos
latinos, la honrada catedral de Leópolis y tantas iglesias increíbles de esa
ciudad y la diócesis entera?” así sobre su vida dijo Juan Pablo II en Lubaczów
en el año 1991.
El Papa de Este
El hecho que un Polaco había sido
escogido para el Papa fue muy comentado como algo sin precedentes, tal por la
sorprendida gente del Oeste, como por los habitantes del Este llenos de la
esperanza para cambios. No solo los Polacos veían en él la mano de la
Providencia: “Este papa es un verdadero regalo de los Cielos” dijo Aleksandr
Solzhenitsyn, comentando en una entrevista para la BBC el resultado del
cónclave. Pero en los círculos de los líderes del campo comunista todo esto
causó unas preocupaciones sobre las consecuencias políticas para todo el bloque
de los países socialistas. En los encuentros del partido de los comités de los
asuntos de religión era expresada una inquietud que la elección del Papa Polaco
“despertó en los círculos religiosos de URSS una esperanza para la
sobrevivencia y el desarrollo”.
Es muy bien conocido el gesto que el
recientemente elegido Papa hizo hacia el primado Stefan Wyszyński durante la
misa de inauguración del pontificado el 22 de octubre de 1978. Durante el, así
llamado, homenaje, Juan Pablo II no le dejó arrodillarse, pero él mismo besó
las manos del primado. No todos recuerdan que el Papa trató de la misma manera
al cardenal Josyf Slipyj, el líder de la Iglesia greco-católica de Ucrania. Ese
gesto fue una expresión del reconocimiento no solo de la vida del mismo
jerarca, que había pasado 18 años de su vida en un gulag, sino también de la
Iglesia gobernada por él.
Las raíces de esta Iglesia llegan a
la Unión de Brest adoptada en la Primera República Polaca en el año 1596,
gracias a la cual los habitantes cristianos ortodoxos del país aceptaron la
soberanía del papado, al mismo tiempo conservando la liturgia oriental. La
Iglesia ortodoxa de Moscú recibió eso como un acto hostil y no ha cambiado su
actitud hacia eso hasta el día de hoy. En el siglo XIX, durante las particiones
de Polonia, esa Iglesia fue liquidaday
perseguida en la partición rusa y, hasta la II Guerra Mundial, sobrevivió
solamente en los terrenos de la Ucrania occidental de hoy. Tampoco podría
funcionar en la Unión Soviética - después del encarcelamiento de los jerarcas y
una “reunión” con la Iglesia ortodoxa en los años 40. del siglo XX, la entera
actividad pastoral de la Iglesia greco-católica tuvo que ser en escondido.
Vale la pena mencionar que aunque en
Polonia no tuvo lugar una delegalización completa del catolicismo ortodoxo,
como fue en la Unión Sovietica, como el resultado de la acción “Wisła”
ejecutada en el año 1947 la Iglesia fue desorganizada y le faltaba la
jerarquía. En ese tiempo el primado Stefan Wyszyński recibió del Vaticano unas
potestades especiales para cuidar a los greco-católicos en Polonia, lo que, a
la luz de su colaboración y amistad con el futuro Papa, definitivamente influyó
la actitud de Juan Pablo II hacia la Iglesia perseguida.
Tomasz Wierzejski/Fotonova
Justamente antes de la peregrinación
a Polonia, en marzo de 1979, Wojtyła mandó al cardenal Slipyj una carta
histórica en la cual delineaba un programa de preparaciones para el milenio del
bautismo de Rus. Interpretó el evento de la Unión de Brest como uno de los
muchos intentos de reconciliación ecuménica con la Iglesia ortodoxa y no, como
lo interpretan los patriarcas de Moscú, una invasión de Roma a un territorio
canónico no suyo.
Uno de los efectos de la elección de
un Polaco al Papa fue un cambio en la política internacional del Vaticano.
Hasta aquel momento era bastante pasiva y basada sobre la diplomacia sutil.
Esto fue la razón por unas acusaciones de una amabilidad y falta de presión a
los países del bloque socialista, pero también dejó a crear unos instrumentos
como el Acta final de la Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa
firmado en el 1975 en Helsinki por 35 países (incluso la República Popular de Polonia
y la Unión Soviética). Ese documento acentuaba fuertemente los derechos
humanos, incluso el derecho a la libre expresión de creencias religiosas. El
nuevo Papa no se alejó de estos logros y los usó, refiriéndose a, entre otras
cosas, ese documento durante las negociaciones con gobiernos. Dejó también el
cardenal Agostino Casaroli como el jefe de la diplomacia vaticana, que hasta
aquel tiempo había sido conocido por una tendencia a compromisos en el nombre
de “salvando lo que puede ser salvado” en las relaciones con los países del
bloque oriental. Pero, al mismo tiempo, dió a la política extranjera del
Vaticano un tono definitivamente más asertivo y no evitaba unas declaraciones
claras, que muy a menudo irritaban a los tomadores de decisiones socialistas.
La primera peregrinación a Polonia
Ya la primera peregrinación de Juan
Pablo II demostró un cambio. Durante ese evento, el mensaje de Juan Pablo II no
fue limitado solo a los asuntos nacionales. El tema de cristiandad oriental y
la actitud hacia las naciones eslavas estuvo muy presente, lo que no gustaba al
gobierno de la República Popular de Polonia. Tal vez el elemento más destacado
dedicado a este tema fue el discurso en Gniezno, sobre Wzgórze Lecha, el 3 de
junio de 1979. Juan Pablo IIdedicó el discurso
al tema de la herencia común de las naciones eslavas. Haciendo una referencia a
la fiesta de Pentecostés y a la persona de San Adalberto, dijo:
«¿No es lo que Cristo quiere, no es lo que el Espíritu Santo mandó, que este Papa polaco, Papa eslavo ahora mismo reveló la unidad espiritual de la Europa cristiana que está compuesta de dos grandes tradiciones: del Oeste y del Este? Nosotros, los polacos, que participamos en la tradición del Oeste desde hace un milenio entero, así como nuestros hermanos lituanos, siempre respetamos las tradiciones del Este cristiano durante ese milenio. Nuestras tierras eran hospitalarias para esas tradiciones, que tienen sus raíces en la Nueva Roma - en Constantinopla».
Esas frases sobre la identidad
cristiana de las naciones que formaban la URSS, que al fin y a cabo, era atea,
fueron tan inequívocos que causaron una fuerte objeción en el campo comunista.
Stanisław Kania, el secretario de KC PZPR, aún fue con agravios al obispo
Agostino Casaroli, que fue responsable del lado del Vaticano por los acuerdos
con el gobierno de la República Popular de Polonia sobre el curso de la
peregrinación. El obispo respondió a sus acusaciones que «no fue lo que
acordamos» de una manera diplomática: no conoce la lengua polaca y por eso no
pudo supervisar los discursos del Papa.
Hasta hace poco también era
desconocido el curso del otro punto de la peregrinación - la reunión de la
Conferencia Episcopal sobre Jasna Góra. Durante una sesión cerrada el Papa
abiertamente hablaba sobre su actitud reacia hacia la política de normalización
de relaciones con el gobierno comunista “cueste lo que cueste” pero también
directamente presentó la intención que había tenido durante la mencionada antes
homilía en Gniezno: «Y también les [la opinión pública occidental] recordamos
que existen los eslavos, que existe Chequia, que existe Ucrania, los lituanos,
que existe la Rusia cristiana desde un mil años».
Durante la sesión de la Conferencia
Episcopal Polaca Juan Pablo II habló también sobre un tema muy importante más,
a saber dijo a los obispos polacos que tienen que preparar sobre Jasna Góra
unas celebraciones del Milenio del Bautismo de Rus, un poco como el Milenio del
Bautismo de Polonia antes. Finalmente, no solo lograron organizar este evento,
sino también el evento llevó a cambios en la política religiosa de URSS y fue
una excusa para el Vaticano para directamente expresar una demanda de
legalización de nuevo la Iglesia greco-católica.
Mientras ya en el año 1979, durante
la sesión sobre Jasna Góra, el Papa expresó directamente su creencia que este
tema - la cuestión de lo que ocurre con los greco-católicos - no puede ser
escondida en el nombre del ecumenismo. Había una tentación así, porque el lado
ortodoxo percibía la misma existencia de las Iglesias, cuyas creación había
sido el resultado de una unión con los católicos, como un sintomo de
proselitismo, es: conversión disimulada de los fieles ortodoxos al catolicismo,
y decía que el rechazo de ese proselitismo fue una condición de la
participación del lado ortodoxo en el diálogo interreligioso. Pero Juan Pablo
II creía que no se puede sacrificar p.ej. la Iglesia greco-católica ucraniana,
especialmente porque la Rusia ortodoxa lo había tratado con bastante crueldad,
no contando con la voluntad de sus fieles, incorporados por la fuerza a sus
estructuras:
«Los ucranianos deberían sentirse valorados. [...] La Iglesia no tiene el derecho a quitarles la verdad histórica sobre ellos en el nombre del ecumenismo. La destrucción de la Iglesia greco-católica ucraniana, la destrucción administrativa llama igualmente en la dirección de Rusia como de Rumania».
En el diálogo con la Iglesia ortodoxa
Pero eso no significa que el Papa
polaco no estaba interesado en el diálogo con los ortodoxos. De lo contrario,
ya en el año de su elección, en el noviembre de 1979, durante su peregrinación
a Turquía, se encontró con el patriarca de Constantinopla Demetrio I, con cual
fundaron la Comisión Conjunta Internacional para el Diálogo Teológico entre la
Iglesia Católica y las Iglesias Ortodoxas Orientales. En París en 1980, así
recordó su encuentro con Demetrio I y describió su actitud hacia la
reconciliación:
«Tengo que decir también que mi visita en Constantinopla me dió mucha esperanza. [...] ¡En este ambiente, que evidentemente es una gran realidad espiritual, una realidad complementaria [a la nuestra]! Vale, no se puede respirar como cristianos, o mejor, como católicos, teniendo solo un pulmón; hay que tener ambos pulmones, es: el oriental y el occidental. [...] Esperamos que el Señor nos deje ver el día cuando somos reconciliados y seguramente - podemos estar ciertos de eso - en ese día vamos a mirar diferentemente a las dificultades que hoy nos parecen tan grandes».
(Mensaje a las comunidades cristianas no católicas en la sede de la nunciatura, París, el 31 de mayo de 1980).
El ecumenismo en esa dimensión no
consistía solo de unos encuentros de oración sino también en creando posiciones
comunes en las cuestiones de la doctrina sobre p.ej. la definición de la
Iglesia y los sacramentos de Eucaristía y sacerdocio. Juan Pablo II usaba
muchas veces durante eso una frase como “Iglesias hermanas” y comparaba la
cristiandad oriental y la occidental a “dos pulmones” de una Iglesia. Pero
todavía regresaba el tema del proselitismo como un obstáculo clave, entonces -
en la óptica ortodoxa - la existencia de las Iglesias greco-católicas creadas
por la unión. Un ejemplo de esto puede ser así llamada Declaración de Balamand creada por la comisión en 1993, en la cual
el acercamiento de las Iglesias y aceptación de la mayoría de los postulados de
la Iglesia ortodoxa dependía de la aceptación de existencia de las Iglesias
católicas orientales. Ese documento fue firmado sólo por los patriarcas
ortodoxos de Rumania. Moscú, y aún Constantinopla seguían firmes en sus
posiciones.
En 1980, el Papa anunció a los
Santos hermanos Cirilo y Metodio los patrones de Europa. Esto fue anunciado en
la carta apostólica Egregiae viritus.
Fue un evento significativo por el hecho que ambos los apóstoles de eslavos
gracias a sus acontecimientos simbolizan mejor la unidad de la cristiandad. El
Papa muy a menudo hará referencias a estos patrones de reconciliación, también
en la encíclica Slavorum apostoli de
1985 o en siguiente carta apostólica Orientale
lumen:
“Cirilo y Metodio - un ejemplo glorioso de apóstoles de la unidad - predicando el Cristo en la búsqueda de la comunión entre el Este y el Oeste, a pesar de las dificultades, que ya entonces ponían estos dos mundos contra él otro”.
Entonces el Papa por todo su
pontificado enfrentaba un problema que parecía insoluble, de un lado notando la
existencia e independencia y preocupándose por el bienestar de los
greco-católicos y, del otro lado, tratando de llegar a un diálogo con la
Iglesia ortodoxa.
La llamada de Fátima
El 13 de mayo de 1981 tuvo lugar el
intento de asesinato de Juan Pablo II. El gravemente herido Papa fue al
hospital y su vida estaba en grave peligro. El hecho que sobrevivió atribuyó a
la Virgen María y vinculó con las apariciones en Fátima - especialmente desde
cuando conoció el contenido del tercero misterio, que hablaba sobre un
asesinato de “un obisbo vestido de blanco”. Dijo: «Gracias a la Virgen María,
de nuevo me fue regalada mi vida. Entendí que la única manera de salvar al
mundo de guerra, salvar del ateísmo, es la conversión de Rusia en consecuencia
con el mensaje de Fátima». Eso fue una referencia a la llamada a una bendición
de Rusia expresada en las apariciones de Fátima, que los papas anteriores nunca
habían cumplido completamente. Finalmente, en 1984, este evento tuvo lugar
según el deseo de Fátima - junto con los obispos de todo el mundo. Cuatro años
más tarde la Unión Soviética formalmente rechazó el ateísmo como el principio
nacional y empezó a restaurar la libertad religiosa.
La estatua de la Virgen de Fátima Fot. Pixabay
El viento de la renovación
En la segunda mitad de los años 80.
la entera división política vieja temblaba en sus fundamentos. Mijaíl
Gorbachov, elegido en 1985 por el puesto de secretario general del Comité
Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, empezó la política de reformaseconómicas y políticas y de calentamiento en
las relaciones con el Oeste. El 1 de diciembre de 1989, cuando el sistema
comunista en Polonia lanzaba ya su último aliento y en Berlín acababa de caer
el muro, que hasta ese momento simbólicamente dividía el mundo, Mijaíl
Gorbachov tuvo un encuentro oficial con Juan Pablo II en el Vaticano. Hablaban,
entre otras cosas, sobre mantener la paz en Europa y ampliación de la zona de
libertad en la URSS. Los medios notaron un momento significativo de ese encuentro,
cuando Gorbachov se dirigió a su esposa: «Raísa, te presento Su Santidad, Juan
Pablo II, que es la autoridad moral más alta del mundo y, además - como
nosotros - es un eslavo».
Los cambios y, luego, la caída del
sistema, la disolución de la Unión Soviética y la devolución de las libertades
civiles en los países anteriormente soviéticos daron una gran esperanza en el
Vaticano para un renacimiento religioso en los terrenos que hasta aquel tiempo
habían sido hechos estériles por la política de ateización intencional.
La introducción de la libertad
religiosa en la URSS abrió la puerta para la reconstrucción de las estructuras
de la Iglesia. Ya en abril de 1991 fueron creadas unas administraciones
apostólicas católicas en Rusia que en 2002 se convirtieron en la estructura
diocesana normal. En un tiempo similar fueron también creadas las estructuras
en las otras partes de la Unión Soviética. Pero hasta hoy (salvo la
tradicionalmente católica Lituania) son unas comunidades pequeñas, a las cuales
pertenecen mayormente los descendientes de minorías nacionales.
Ya en 1988 empezó el proceso de la
reconstrucción de la Iglesia greco-católica ucraniana, que, desde aquel
momento, funcionaba legalmente. Gracias a la resistencia floreciente a pesar de
las represiones, la jerarquía y las instituciones de esta comunidad de muchos
millones fueron reconstruidas rápidamente. Al mismo tiempo también reanimaron
otras Iglesias católicas de rito bizantino, como el bielorruso, ruso y ruteno
(que funciona principalmente en Cárpato-Rutenia). Durante la existencia de la
Unión Soviética, su funcionamiento básicamente se limitaba solo a los entornos
emigratorios y, después de su caída, finalmente pudieron funcionar con
principios normales. Pero, hasta hoy, no son unas comunidades grandes.
El encuentro de Mijaíl Gorbachov con
Juan Pablo II, el Vaticano, 01.12.1989. Fot. Wojtek Laski/East News
El peregrino en el Este
Además de construcción de
instituciones y creación o recreación de jerarquía, el Papa quería visitar los
países del Este cristiano. Durante la peregrinación a Polonia en 1991 expresó
este deseo visitando p.ej. Przemyśl, que, en este tiempo, todavía estaba en la
diócesis que era un trozo de la anterior metrópolis de Leópolis. Se dirigió
también a los jóvenes de la Unión Soviética, que habían llegado en grandes
cantidades a la Jornada Mundial de la Juventud en Częstochowa en agosto de ese
año. Poco después de la caída de la Unión Soviética, visitó los países
bálticos, incluso la Lituania católica. En 1999, fue a Rumania después de ser
invitado por el patriarca ortodoxo y, durante su siguiente peregrinación a
Polonia (en el mismo año), beatificó a los Mártires de Pratulin. Finalmente, en
2001, tuvo lugar la peregrinación a Ucrania (y también a Kazajistán y Armenia)
- la única realmente grande comunidad greco-católica.
Pero Juan Pablo II, a pesar de su
gran deseo, nunca visitó Rusia. Una invitación así fue mandada a él en 1988,
para la ocasión de las celebraciones del Milenio del Bautismo de Rus. El Papa
rechazó la invitación, dando la condición que la Iglesia greco-católica sea
legalizada de nuevo. Borís Yeltsin, el presidente de Rusia en los años 90. le
invitó luego una vez más. Esa vez Juan Pablo II no aceptó la invitación porque
esperaba que le invitara la jerarquía ortodoxa. Pero la jerarquía parecía
reacia, aún en los años cuando el diálogo parecía ir en la buena dirección. Esa
actitud venía de la oposición al soporte del Vaticano a las Iglesias
greco-católicas y el establecimiento de la administración católica en Rusia. Eso
fue consecuentemente recibido por la Iglesia ortodoxa como una ofensa, en vez
de como la realización de la libertad religiosa o una prueba de regulación del
estado de hecho y, finalmente, eso llevó a la ruptura completa del diálogo
ecumenico. El Papa hasta el fin de su vida intentaba mejorar las relaciones,
pero no logró amortiguar la actitud ortodoxa incluso por unos gestos simbólicos
de la buena voluntad, como por ejemplo la devolución de la copia del icono de
la Nuestra Señora de Kazán a la Iglesia ortodoxa de Rusia en 2004. Y a pesar
del hecho que, después de la muerte de Juan Pablo II, el diálogo ecumenico fue
renovado, los siguientes papas todavía no lograron cumplir su sueño de la
peregrinación a Rusia.
Alex Zelenko/Wikimedia Commons
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