El aprendizaje del sufrimiento. La agonía de Juan Pablo II
Cuando Juan Pablo II apretaba en silencio una cruz durante el vía crucis el Viernes Santo del año 2005, muchos de los espectadores entendieron, que el Papa intentaba confirmar hasta el fin con su propia vida las palabras que había dicho. Hace más de 20 años antes, el papa publicó el único documento de la Iglesia enteramente dedicado al sufrimiento - la carta apostólica “Salvifici doloris”. La agonía de Juan Pablo II fue una implementación de las palabras de ese documento en la vida.
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Desplazarse por la línea de tiempo
11 de febrero 1984
La publicación de la carta apostólica sobre el sufrimiento “Salvifici doloris”.
1 de febrero 2005
Juan Pablo II va al hospital después de un ataque agudo de insuficiencia respiratoria causada por laringitis y traqueítis.
10 de febrero 2005
Después de la resolución de la inflamación, Juan Pablo II sale del hospital.
24 de febrero 2005
Otro ataque agudo de insuficiencia respiratoria. Juan Pablo II va una vez más a la policlínica Gemelli, donde el 25 de febrero se somete a traqueostomía (una incisión en la tráquea y una inserción de un tubo que facilita el paso del aire a los pulmones).
13 de marzo 2005
El papa decide volver al Palacio Apostólico. Esa tarde regresa a su apartamento, donde tiene una atención médica intensiva.
24-27 de marzo 2005
El Triduo Pascual. El Viernes Santo durante el vía crucis en el Coliseo está leído un mensaje de Juan Pablo II. Gracias a la transmisión desde la capilla privada del papa los fieles pueden ver Juan Pablo II viendo la devoción en la televisión. La Pascua el santo padre bendice a los fieles desde la ventana; a pesar de sus intentos no logra decirles nada.
31 de marzo 2005
Alrededor de las 11 Juan Pablo II sufre de un agudo ataque de fiebre y un colapso cardiopulmonar.
2 de abril 2005
El tarde noche, a las 21:37, Juan Pablo II muere.
Un misterio intangible
En su mensaje para el vía crucis de Viernes Santo del año 2005 Juan Pablo II recordó las palabras del apóstol Pablo « Suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia ». Estas son también las palabras que empiezan la carta apostólica “Salvifici doloris” (“Sufrimiento redentor”) publicada el 11 de febrero del año 1984, en la cual el Papa intentó contestar a la pregunta sobre la causa y el objetivo del sufrimiento. Eso fue ya después del atentado contra su vida que expió con un gran dolor y un largo tiempo de convalecencia en el hospital. Pero durante esos años el Papa todavía asombraba con su vitalidad en reuniones, devociones y discursos innumerables. Después de 20 años, cuando seguía en su puesto a pesar de la enfermedad que lo debilitaba, confirmó la coherencia entre sus palabras y sus hechos.
Para muchos de los observadores de los últimos años de su vida parecía un escándalo que «un misterio intangible» del sufrimiento humano, que desde su naturaleza exige una discreción, fue transmitido a todo el mundo por cientos de canales de televisión. Juan Pablo II - encorvado, incapaz de estar de pie, con la mano temblorosa y la cara rígida - a pesar de todo decidió por su actividad llegar a tocar este misterio. En septiembre del año 2003 en Eslovaquia el discurso del Papa se convirtió en una mezcla de sonidos incomprensibles, la baba goteaba de sus labios. El debilitado Papa tenía que ser puesto en el papamóvil. En agosto del año 2004 en Lourdes, por el dolor, detuvo el sermón con una dramática llamada de ayuda y la liturgia estuvo siendo interrumpida por sus suspiros «Jesús María». El mundo se preguntaba para que servía eso. Cada vez se oía más alto las voces que decían que el Papa debería dimitir de su cargo por su mal estado de salud.
En “Salvifici doloris” Juan Pablo II, como él mismo escribió, se atreve a tocar «lo que parece en todo hombre algo tan intangible; porque el hombre, en su sufrimiento, es un misterio intangible».
La pregunta sobre el sentido
Las preguntas sobre la abdicación eran cada vez más frecuentes en el invierno del año 2005. El 1 de febrero Wojtyła tuvo un agudo ataque de insuficiencia respiratoria. La laringitis y la traqueítis causaron tantas dificultades respiratorias que sus cercanos tenían miedo de su asfixia. El Papa fue a la policlínica Gemelli en Roma. El 6 de febrero apareció en la ventana del hospital. Solo algunas partes de las palabras de su bendición fueron comprensibles. Recuperó su habla solo por un rato - el 24 de febrero fue al hospital una vez más, después de otro ataque. Los médicos dijeron, que la única solución era hacer una traqueostomía - un procedimiento médico, en el cual se hace una incisión en la tráquea y se inserta un tubo en las vías respiratorias, que facilita la respiración, pero hace que hablar sea muy difícil. El Papa aceptó el procedimiento. Desde ese tiempo hasta su muerte no fue capaz de pronunciar enunciados largos. Cuando aparecía en la ventana del Palacio Apostólico, a veces podía decir algunas frases, pero con frecuencia tenía que limitarse a gestos. El Domingo de Pascua el 27 de marzo, cuando intentó hablar a la gente reunida en la Plaza de San Pedro, solo logró susurrar las palabras «No puedo hablar». Él mismo parecía dudar en el sentido de su servicio: «Sería mejor si hubiera muerto, si no puedo cumplir la misión encomendada a mi» lamentaba a su secretario, el arzobispo Stanisław Dziwisz.
El sufrimiento «exige [...] que en torno a él hagan preguntas de fondo y se busquen respuestas» escribió en “Salvifici doloris” Juan Pablo II. La enfermedad lo obligó a enfrentarse con esas preguntas radicales una vez más y, al mismo tiempo, puso esas preguntas a todo el mundo.
El sufrimiento «exige [...] que en torno a él hagan preguntas de fondo y se busquen respuestas» escribió en “Salvifici doloris” Juan Pablo II. La enfermedad lo obligó a enfrentarse con esas preguntas radicales una vez más y, al mismo tiempo, puso esas preguntas a todo el mundo.
La afirmación de la dignidad humana
El documento del santo padre ofrece algunas respuestas a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento. La primera es «El sufrimiento tiene carácter de prueba», en cual «es confirmada de modo particular la gran dignidad del hombre». El papa enseñaba en “Salvifici doloris” a dejar la actitud pasiva hacia el sufrimiento. Para él, el sufrimiento es una «llamada a la virtud», a «reconstruir el bien en el mismo sujeto que sufre». Retroceder ante el sufrimiento es una reacción natural, pero el efecto de la aceptación activa del sufrimiento puede ser una elaboración de la virtud de perseverancia, que da dignidad a la persona - la convicción, de que «el sufrimiento no prevalecerá sobre él».
Observando a Juan Pablo II en los últimos meses de su vida, se podía ver la lucha por la virtud de perseverancia. En la perdurabilidad de la enfermedad del papa no faltaban rasgos humanos. Sus próximos más cercanos veían a veces su abatimiento y enojo. El secretario del Papa, el padre Mieczysław Mokrzycki, fue testigo de sus quejas. Los fieles en la Plaza de San Pedro y los espectadores en frente de los televisores vieron cuando furiosamente golpeaba la silla con su mano cuando no lograba hablar a la gente. Durante la mencionada misa en Lourdes, interrumpió la liturgia clamando «¡Tengo que aguantar hasta el fin!». De igual modo permaneció en su servicio apostólico hasta su muerte, aunque parecía que ya no era capaz de cumplir.
Observando a Juan Pablo II en los últimos meses de su vida, se podía ver la lucha por la virtud de perseverancia. En la perdurabilidad de la enfermedad del papa no faltaban rasgos humanos. Sus próximos más cercanos veían a veces su abatimiento y enojo. El secretario del Papa, el padre Mieczysław Mokrzycki, fue testigo de sus quejas. Los fieles en la Plaza de San Pedro y los espectadores en frente de los televisores vieron cuando furiosamente golpeaba la silla con su mano cuando no lograba hablar a la gente. Durante la mencionada misa en Lourdes, interrumpió la liturgia clamando «¡Tengo que aguantar hasta el fin!». De igual modo permaneció en su servicio apostólico hasta su muerte, aunque parecía que ya no era capaz de cumplir.
El desafío a la solidaridad
El sufrimiento inesperado y mudo de Juan Pablo II resultó ser, en algunos aspectos, el mejor modo de liderar a la Iglesia. Muchos negocios administrativos tuvieron que ser pospuestos o cumplidos superficialmente. En cambio, la función pedagógica del Papa fue cumplida con gran efectividad. Su enfermedad atrajo hacia él los ojos de todo el mundo. Ese fue otro sentido del sufrimiento percibido por Juan Pablo II. En “Salvifici doloris” escribió que el sufrimiento contiene «un singular desafío a la comunión y la solidaridad». El sufrimiento puede hacer que el hombre se detenga ante el sufrimiento de la otra persona, no por curiosidad, sino por sentirse movido por la desgracia del otro a la disposición de ayudar.
La agonía de Juan Pablo II fue el evento mediático más grande de todos los tiempos. Las televisiones de todo el mundo se llenaron con programas y transmisiones sobre un anciano enfermo; cientos de millones de personas, estuvieron conteniendo la respiración, observando su muerte. Para algunos eso fue un espectáculo mediático, pero parece que la mayoría de los que observaban ese evento compadecían de verdad al Papa. En las plazas de Roma, en Polonia, México o las Filipinas se congregaron cientos de miles de personas. Eran capaces de estar de pie toda la noche, ofreciendo la única ayuda que conocían - la oración. Presenciando juntos la agonía del Papa, dio luz a la solidaridad, no solo acompañándole a él en el último momento de su vida, sino también con las personas cercanas. Los polacos observaban con incredulidad - vale, de forma breve – la reconciliación entre los gamberros (hooligans) de equipos de fútbol con gran rivalidad o entre los políticos. El Papa escribió que el sufrimiento servía para «irradiar el amor al hombre».
La agonía de Juan Pablo II fue el evento mediático más grande de todos los tiempos. Las televisiones de todo el mundo se llenaron con programas y transmisiones sobre un anciano enfermo; cientos de millones de personas, estuvieron conteniendo la respiración, observando su muerte. Para algunos eso fue un espectáculo mediático, pero parece que la mayoría de los que observaban ese evento compadecían de verdad al Papa. En las plazas de Roma, en Polonia, México o las Filipinas se congregaron cientos de miles de personas. Eran capaces de estar de pie toda la noche, ofreciendo la única ayuda que conocían - la oración. Presenciando juntos la agonía del Papa, dio luz a la solidaridad, no solo acompañándole a él en el último momento de su vida, sino también con las personas cercanas. Los polacos observaban con incredulidad - vale, de forma breve – la reconciliación entre los gamberros (hooligans) de equipos de fútbol con gran rivalidad o entre los políticos. El Papa escribió que el sufrimiento servía para «irradiar el amor al hombre».
La elevación del sufrimiento
La práctica de la virtud y el despertamiento de la solidaridad pueden
ser entendidos y aceptados como el sentido del sufrimiento tanto por
creyentes cristianos, como por las personas no creyentes o de otras
religiones. Para Juan Pablo II el sentido completo del sufrimiento fue
demostrado al hombre solamente por Jesús y solo la fé cristiana nos deja
de verdad entender el sufrimiento. Según esta fé, Dios se hizo humano y
salvó al mundo del pecado por su sufrimiento humano. Las cartas del
apóstol Pablo muestran, que el hombre puede unir su sufrimiento al
sufrimiento de Jesús sobre la cruz y ofrecerlo por la Iglesia: el
objetivo del sufrimiento es «que seáis tenidos por dignos del reino de
Dios, por el cual asimismo padecéis» - escribe el apóstol Pablo.
Esa fue la perspectiva más básica de Juan Pablo II para entender el sufrimiento. Ocho días antes de su muerte, el Viernes Santo, fue leído su mensaje, en el cual había escrito: «Yo también ofrezco mis sufrimientos para que el designio de Dios se cumpla y su palabra camine entre las gentes». Cuando estaba muriendo en la habitación en el Palacio Apostólico, tenía a su lado una copia de la pintura “Ecce homo” de Adam Chmielowski, que representa a Jesús expuesto al público, después de ser azotado y burlado por los soldados.
El Papa intentaba identificarse con el martirizado Jesús, pero según los invitados que le visitaron, seguía con buen humor. Poco antes de su muerte apareció un rumor no confirmado, que el Papa dio a sus colaboradores una hoja de papel con «Estoy alegre. Vosotros también lo seréis» escrito sobre ella. En “Salvifici doloris” también enseñaba sobre la alegría en el sufrimiento. La tristeza del hombre, que sufre, muy de vez en cuando proviene del hecho que «se considera a sí mismo inútil». La fé en el poder salvador del sufrimiento de reunión con Jesús «transforma esta sensación deprimente».
Esa fue la perspectiva más básica de Juan Pablo II para entender el sufrimiento. Ocho días antes de su muerte, el Viernes Santo, fue leído su mensaje, en el cual había escrito: «Yo también ofrezco mis sufrimientos para que el designio de Dios se cumpla y su palabra camine entre las gentes». Cuando estaba muriendo en la habitación en el Palacio Apostólico, tenía a su lado una copia de la pintura “Ecce homo” de Adam Chmielowski, que representa a Jesús expuesto al público, después de ser azotado y burlado por los soldados.
El Papa intentaba identificarse con el martirizado Jesús, pero según los invitados que le visitaron, seguía con buen humor. Poco antes de su muerte apareció un rumor no confirmado, que el Papa dio a sus colaboradores una hoja de papel con «Estoy alegre. Vosotros también lo seréis» escrito sobre ella. En “Salvifici doloris” también enseñaba sobre la alegría en el sufrimiento. La tristeza del hombre, que sufre, muy de vez en cuando proviene del hecho que «se considera a sí mismo inútil». La fé en el poder salvador del sufrimiento de reunión con Jesús «transforma esta sensación deprimente».
La grandeza espiritual
El descubrimiento del sentido del sufrimiento llevó a Juan Pablo II a vivir su sufrimiento con alegría, incluso cuando ello parecía demasiado grande para los esfuerzos humanos. Lo hizo en el espíritu de servicio, no solo ofreciendo su sufrimiento por los otros, sino también tratando su muerte como la última catequesis. En “Salvifici doloris” escribió: «Cristo da la respuesta al interrogante sobre el sufrimiento y sobre el sentido del mismo, no sólo con sus enseñanzas, es decir, con la Buena Nueva, sino ante todo con su propio sufrimiento». Del mismo modo trataba Juan Pablo II, enseñando al mundo con su propio ejemplo, que es posible sufrir con dignidad.
Cuando todo el mundo observaba como el Papa con dificultad alzaba su mano para la bendición, se cumplieron sus propias palabras de 20 años antes «Cuando este cuerpo está gravemente enfermo, totalmente inhábil y el hombre se siente como incapaz de vivir y de obrar, tanto más se ponen en evidencia la madurez interior y la grandeza espiritual, constituyendo una lección conmovedora para los hombres sanos y normales».
Cuando todo el mundo observaba como el Papa con dificultad alzaba su mano para la bendición, se cumplieron sus propias palabras de 20 años antes «Cuando este cuerpo está gravemente enfermo, totalmente inhábil y el hombre se siente como incapaz de vivir y de obrar, tanto más se ponen en evidencia la madurez interior y la grandeza espiritual, constituyendo una lección conmovedora para los hombres sanos y normales».
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